miércoles, 26 de mayo de 2010

Plaza de Puente Alto


Subo desde la estación Puente Alto del metro, luego del acostumbrado viaje desde Valdivia. Con el bolso acuestas y la noche pesado en los ojos, se inundan mis oídos con bocinas, semáforos, conversaciones y el ocasionalmente el tac, tac de los broches de mi mochila chocando contra la escalera eléctrica. Luego de contornear los ojos, para protegerlos del brusco sol que me escanea a la velocidad de la escalera, me doy cuenta que he errado nuevamente la salida y debo cruzar la plaza, para tomar la F-12 que me llevará a casa. Respiro profundamente y me obligo a despertar los sentidos. Realizó instintivamente el chequeo de mi billetera, monedero y celular. Miro y evaluó las personas de mi alrededor, mientras de apoco amplio el área de mi visión, hasta toparme con la estatua en el centro de la plaza, que ya conociéndola, nunca pasa desapercibida. Contra los deseos de mi cuerpo de llegar a descansar, me desvió uno segundos, para pasar por el frontis del caballo, que a mi juicio es un percherón. El rostro del jinete casi fusionado con el caballo, me roba siempre una leve sonrisa… y reflexiono… -claro que mejor que un jinete sin rostro, para representar a Manuel Rodríguez-.

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