miércoles, 15 de diciembre de 2010

Locrita

Caíste en mi sueño como una piedra en mis botas, me obligaste a levantarme de madrugada, para guardarte en una caja de papel. La lógica indica que tus raíces son de locura, tal vez de algún manicomio llegaste volando, nacida desde la boca de algún auxiliar o paramédico, que con ternura se imaginaba a la loca más bella del manicomio caminando de su brazo por la avenida, por las tiendas, por las fiestas familiares, por su cama, pero pensaba que sería complicado ocultar sus gustos por las manchas en la pared, las pelusas que perseguía por todo el manicomio o su pasión por las telas de araña, con las cuales solía hacerse alhajas y bufandas, en ese dilema estaba cuando te dio vida y alas.

Otros dicen que saltaste de una olla de grandes dimensiones, donde habían caído cueros y patas de cerdo, viseras olvidadas, ajo, cebolla y maíz. Algún comensal absorbido en esa sopa primitiva y en su eterna cocción, bravoceaba de puro aburrido “locro, locroto, locrata, locri, locrita… y sin dudar, te zafaste de esa gran olla para perderte en el bosque y ya cansada con sueño, te posaste un rato, un pequeño rato y en una pequeña ventana te dormirte y te unirte, a mi pequeño sueño.

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