Mastico este frío con mis pies,
inevitablemente me conecto con mi gente,
con sus fríos,
con los que yo viví junto a ellos,
con el arenoso aroma del brasero,
con los lumínicos filamentos
de las viejas estufas,
con las cascaras de naranja
retorcidas y crujientes,
con la sopa de hojas de eucaliptus
y su aroma que me vuelve a humedecer,
con la taza de té dulce,
las amarillas sopaipillas,
con sus laniticos gorros,
con sus risas torrentosas,
que hacen temblar las paredes de sus casas
y las de los vecinos,
risas con las cuales hacen olvidar el frío
durante el ametrallamiento de alegría.